miércoles, 31 de enero de 2018

La tela de araña






La letra de una canción se hilvana como una telaraña invisible bajo los dedos de la compositora. Así es como ella suele crear: teje palabras que vibran al tocar el aire e imprime en ellas un mensaje inolvidable. Su obra tiene la resistencia suficiente para soportar la fuerza de una tormenta eléctrica. 
Sabe que, cuando él coja la guitarra y lance su voz al vacío, se convertirá en un pararrayos humano. Recibirá la corriente de mil voces coreando sus temas en mitad de un concierto, y la batería arrancará truenos que harán saltar chispas en el auditorio. Antes de que cese la música, los insistentes acordes habrán empapado los sentidos como un mantra, y todos habrán caído en su tela. 
En este mundo, las arañas saben encender tormentas en las masas. No importa el paso del tiempo ni el lugar donde se genere el primer relámpago. Hoy no hay veneno más adictivo que los ritmos que encienden la red.


viernes, 19 de enero de 2018

El regreso de las palabras




Desde el portal, Manuela observa la fachada de la nueva biblioteca. El noble edificio, ahora restaurado, parece dispuesto a recuperar ese aire señorial que había quedado impreso en sus recuerdos infantiles. Aquel espacio lleno de libros prestados acompañó su vida hasta su cierre definitivo. La tristeza que le ocasionó tal despropósito fue compensada con las inquietudes de un profesor de literatura que se cruzó en su camino, y al que amó hasta el final. Miguel inundó el hogar de maravillosos ejemplares; unos heredados y otros adquiridos en antiguas librerías durante los viajes que hicieron.
Manuela mira la tarjeta. Aunque le ilusiona acudir a la reinauguración, siente un hondo pesar. Cualquier libro le recordará a esos otros que empeñó para poder sostener sus rutinas más sencillas. Especialmente, el manuscrito de pergamino encuadernado en piel que tanto apreciaba su esposo. No necesitaba el importe que le habían dado por el valioso tomo, pero hubiera sido imposible entregarlo a pedazos. Esperaba que él ya la hubiese perdonado. Ahora, buscaba reconciliarse consigo misma.
El corazón se le encoge, una vez más, convencida de que jamás volverá a tenerlo en sus manos. De nuevo lee las escuetas líneas de la nota, y le agrada comprobar que se han tomado la molestia de poner su nombre en ella. Le sorprende el titánico esfuerzo que ha debido hacer la fundación para incluir en la invitación a cada vecino. Ignora que aquella misiva solo es para ella.
Lo descubre cuando consigue que la curiosidad supere a sus sombras y entra en el edificio.
―Bienvenida, señora ―saluda un miembro del comité de bienvenida entre el bullicio―. Gracias por haber venido. Pensamos que a la anterior propietaria de este tesoro le gustaría saber que hemos querido darle el mejor destino.
En el vestíbulo principal, en una vitrina dispuesta sobre un pie de mármol, duermen las páginas de un manuscrito muy especial.
Manuela no puede dejar de temblar de emoción.



viernes, 5 de enero de 2018

«TEAmo»


Hoy tampoco le acompaño hasta el andén. Aunque está nervioso, no parece asustado con el parpadeo de las luces, ni con las conversaciones a su alrededor; hemos practicado mucho. No quiere volver a pedirme que le lleve al instituto en coche.
La llegada del metro le produce vértigo y se tapa los oídos. Ahora es cuando deja de ser invisible. La gente le observa extrañada. Él retrocede.
―¡Hola, Nacho!
Es Ana, la compañera de la que siempre habla. Le tiende la mano y le mira a los ojos. 
―Ven conmigo ―le anima.
Solo necesitaba que alguien pudiera verle. 
Reto conseguido. 

jueves, 4 de enero de 2018

lunes, 1 de enero de 2018

De herencias y musas

    

       Cuando la noche lograba sobornar al silencio de nuestra casa, se ablandaban las baldosas del pasillo. Entonces solía caminar a hurtadillas hasta el dormitorio de mi madre, donde la observaba suspirar frente a su cuaderno. En aquel preciso lugar, como el secreto mejor guardado, era testigo de un acontecimiento sobrenatural: unos minúsculos seres luminosos surgían de entre sus cabellos como chispas, salían disparados en giros imposibles e iluminaban toda la habitación. En ese instante, su rostro adquiría una peculiar tonalidad dorada y, con una inusual energía, comenzaba a componer sin descanso sus historias.
Yo permanecía escondida hasta que el brillante espectáculo iba apagando su fulgor y, vencida por el cansancio, regresaba a mi cama con el pensamiento lleno de sueños y fantasías nuevas.
Pero no fue hasta que aquella noche apoyé mi cabeza sobre mi almohada, cuando percibí el parpadeo de una de esas criaturas atrapada entre mis rizos.
Nunca se lo conté a nadie, pero a la mañana siguiente amanecí con mi primer verso escrito sobre la palma de mi mano.

Publicado en la Antología 2017 (Aletreos) del Concurso de Relatos Cortos de «Esta Noche Te Cuento».